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viernes, 17 de febrero de 2012

UN ARMA MORTAL DE CINCO LETRAS


Más claro el panorama profético de los últimos días, serán “TIEMPOS PELIGROSOS”: La maldad del hombre y la ciencia aumentada provocarán pestes con armas biológicas, la ira de Dios y sus juicios vienen para los que destruyen la tierra y no se arrepintieron de sus pecados con ¡DESTRUCCIÓN REPENTINA! Cuando se abra el segundo sello y se quite la paz mundial, ¡ARMAGEDON se acerca para ellos!, para la iglesia EL ARREBATAMIENTO en cualquier momento puede ser. Mateo 24:12, Daniel 12:4, Apocalipsis 6:2-4, 11:18. 2 Timoteo 3:1-5.

Científicos descubrieron cómo convertir el virus de la gripe aviar en un agente mortífero. Hay temor de que se utilice para bioterrorismo



Dos laboratorios han hallado la forma de convertir el virus aviar H5N1 en un agente pandémico mortífero. Ya en su versión natural, el H5N1 es el virus de la gripe más letal que se conoce, tanto en las granjas de aves como en las raras ocasiones en que llega a los humanos: mata al 59% de los infectados. Pero los brotes son muy locales, gracias a que no se contagia entre personas. El virus modificado, en cambio, sí se transmite, al menos entre hurones, cuya respuesta a la gripe es casi idéntica a la nuestra.
La clave son cinco mutaciones, o cambios de letra, en un gen del virus, que de momento sólo una docena de personas conocen. Cinco letras secretas capaces de destruir un mundo. ¿Deben darse a conocer? ¿Se pueden filtrar? ¿Quién las puede usar para crear la peor arma biológica de la historia? ¿Y quién renunciaría a hacerlo si supiera cómo?
En septiembre pasado, los laboratorios de Ron Fouchier, de la Escuela de Medicina Erasmus en Rotterdam, y de Yoshihiro Kawaoka, de la Universidad de Wisconsin, Madison, enviaron sus resultados a las revistas Nature y Science, que de algún modo hicieron llegar una copia a Washington. Y el panel científico que asesora sobre bioseguridad al gobierno estadounidense (NSABB, National Science Advisory Board for Biosecurity) recomendó en diciembre censurar los dos trabajos. El panel acepta que los investigadores publiquen sus conclusiones generales, pero sólo tras eliminar del manuscrito los “detalles” que le permitirían a algún lector de intenciones aviesas reconstruir el virus. Las cinco letras mejor guardadas de la historia.
“Estos resultados científicos son motivo de grave preocupación para la seguridad y la salud pública mundial”, dice en Nature el director del NSABB, el microbiólogo Paul Keim. “Hemos evaluado que el riesgo potencial de daño público es de una magnitud inusualmente elevada”.
No se trata, o no solamente, de un pulso entre científicos y halcones sobre el carácter público de la ciencia y los principios de la libertad de expresión. El NSABB depende del Ministerio de Sanidad de EE.UU., pero está enteramente formado por científicos. El citado Keim es un especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Northern Arizona. El panel es, de hecho, una iniciativa de los científicos estadounidenses, que esperan evitar así que los asesores de seguridad nacional de la Casa Blanca, o directamente el Pentágono, les impongan una agencia interventora con criterios más restrictivos.
Desde su creación en 2004, el NSABB sólo ha revisado seis manuscritos. Dos de ellos describían la reconstrucción del virus de la gripe española, el agente infeccioso que mató a 40 millones de personas en 1918. Aquellos dos artículos salieron en Nature y Science, en 2005, sin censura alguna. Como es obvio, el NSABB considera el nuevo virus un peligro aún mayor.
A diferencia de la europea, la opinión pública en Estados Unidos está presionada por los mensajes de entidades académicas, como el Centro de Estudios Internacionales y de Seguridad de la Universidad de Maryland, el de Control de Armas y No Proliferación de la Universidad de Northern Arizona o el de Bioseguridad de la Universidad de Pittsburgh. El portavoz de este último, D. A. Henderson, que ha asesorado a varios gobiernos, opina que el H5N1 modificado “tiene las características del arma biológica final que ni la ciencia ficción había contemplado”.
Incluso el diario The New York Times, que siempre ha apoyado la libertad científica y la información transparente, publicó el pasado 7 de enero un editorial titulado “Un día del juicio hecho en el laboratorio”, donde argumenta que el virus creado en Rotterdam debe ser destruido y que estas investigaciones no sólo no deben publicarse, sino que nunca debieron hacerse. Los jefes de los dos laboratorios implicados, sin embargo, aducen razones poderosas para hacer lo que han hecho, y para seguir haciéndolo. Y la Organización Mundial de la Salud ha salido en su apoyo.
El H5N1 causó a finales de 2003 el más grave episodio de gripe aviar conocido, llevando a sacrificar a 140 millones de pollos en Asia, donde es endémico desde entonces. En 1997 se supo que puede saltar de aves a humanos, cuando el primer brote de ese tipo mató a seis personas en Hong Kong. Desde entonces ha infectado a 578 humanos, matando a 340. Eso supone una letalidad del 59%, la más alta conocida en un virus de la gripe.
Como el contacto de la población asiática con las aves infectadas ha sido masivo, y pese a ello el virus no ha mostrado nunca la capacidad de transmitirse entre personas (al menos de forma eficaz), algunos expertos han llegado a sostener que tal cosa es imposible. El trabajo de los dos laboratorios permite sospechar lo contrario, aunque sólo el virus holandés preserva la alta letalidad en hurones.
Kawaoka, jefe del laboratorio de Wisconsin, admite que los virus modificados plantean riesgos, pero recuerda que los virus H5N1 naturales que circulan por el mundo ya suponen una amenaza por sí mismos. Algunas de las mutaciones que confieren transmisibilidad en los experimentos ya han sido detectadas alguna veces en los virus naturales. “Los virus de la gripe mutan continuamente y pueden causar pandemias con mucha pérdida de vidas”, escribe en Nature. “Sería irresponsable no estudiar los mecanismos que subyacen a ello”.
Saber qué mutaciones hacen al virus transmisible entre humanos es una información muy valiosa para los epidemiólogos. Les permitirá saber qué tienen que buscar en los controles a las granjas avícolas, qué variantes del virus tienen alguna de las “letras” peligrosas y, por tanto, cuándo deben recomendar cremaciones de granjas o alertas sanitarias a la población. El propio informe del NSABB reconoce que los datos sensibles deben ser facilitados a algunos científicos.
Pero Kawaoka ni siquiera está de acuerdo con esa restricción, y aporta un argumento poco tranquilizador: “Censurar nuestros artículos no eliminará el riesgo de que el virus pueda ser reconstruido por grupos malintencionados —dice—. Ya existe la suficiente información pública como para que alguien pueda hacer un virus H5 transmisible”.
Un sistema de acceso restringido a la información delicada plantea ya de entrada muchas preguntas difíciles. No está muy claro quién debe hacer la lista de los favorecidos, aunque varios expertos creen que debería ser la OMS. “Es probable que haya miles de aspirantes que presenten una solicitud para acceder a la información —presagia Kawaoka—, y sólo el hecho de estudiarlas para su selección crearía una pesada carga burocrática”. El investigador cree que eso hará perder un tiempo muy valioso para los científicos que intentan prevenir una futura pandemia.
Los propios científicos del NSABB reconocen que la investigación de Fouchier y Kawaoka es importante y debía hacerse. “Antes de estos trabajos –admite en Nature Keim, el jefe del panel–, era incierto si el virus H5N1 podía adquirir la capacidad de transmitirse entre humanos; ahora que sabemos que sí, la sociedad puede dar pasos y prepararse para el caso de que la naturaleza genere ese virus de forma espontánea”.
Pero el panel consideró que esos beneficios para la epidemiología palidecen frente a los riesgos de publicar la investigación con todos sus detalles. Keim subraya que la decisión del NSABB fue unánime, como invitando a los escépticos a revisar su composición. El panel cuenta entre sus miembros con varios pesos pesados de la biomedicina estadounidense, léase mundial.
“Nuestra preocupación es que la publicación detallada de estos experimentos pueda suministrar información que ayude a alguna persona, organización o gobierno a desarrollar virus similares al H5N1, adaptados a mamíferos y con propósitos dañinos”, precisa Keim.
El miedo que suscitan las armas biológicas no es proporcional al daño que han producido hasta ahora. En 1982, los seguidores del gurú Bhagwan Shree Rajneesh se instalaron en un rancho de Wasco, Oregón, en una aldea de 50 habitantes llamada Antelope. La redenominaron Rajneesh. Dos años después quisieron tomar el control político de The Dalles, el mayor pueblo del condado. Para reducir al mínimo la participación electoral de sus 12.000 vecinos, los rajneeshíes contaminaron con salmonela la red de agua potable y los alimentos de las tiendas y los restaurantes. El ataque bioterrorista no tuvo más consecuencias que una monumental descomposición que afectó a 750 vecinos (el 6% del pueblo). El FBI, de hecho, ni se hubiera enterado de no ser por la confesión voluntaria de un rajneeshí arrepentido.
Otra secta de chiflados, la japonesa AUM Shinrikyo, atacó con ántrax una base naval estadounidense en los años noventa, con menos éxito aún que los rajneeshíes. Los ataques de 2001 con cartas infectadas de ántrax mataron a cinco personas en Estados Unidos. Su autor, paradójicamente, fue un antiguo científico del programa de defensa biológica del Pentágono.
Pese a ello, los agentes biológicos están clasificados como armas de destrucción masiva, junto a las bombas nucleares. Casi todos los países del mundo han firmado la Convención sobre Armas Biológicas, por la que renuncian a utilizarlas en caso de guerra, e incluso a investigar para su desarrollo. Pero firmar parece ser más fácil que cumplir, porque no hay forma de comprobar si un país lo está haciendo.






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